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Pequeño templo que encuentras en casi cada casa, escuela, centro, etc de Anantapur |
“Ninguna acción buena se pierde en este mundo. En
algún lugar quedará para siempre.” Vicente Ferrer
Hace 50 años Anantapur era una zona rural muy árida,
casi desértica. Hoy en día, aunque sigue siendo una de las ciudades más secas
de Andra Pradesh, es una localidad rodeada de varias zonas verdes, sobretodo
árboles de mango y plantas de cacahuete, y de varios embalses para guardar agua
de lluvia. Estos son los cambios más superficiales que ha sufrido la ciudad. El
resto, se pueden ir descubriendo una vez entras en el Campus que la
organización tiene en Anantapur.
Obviamente todos
estos cambios no son debidos única y exclusivamente a la Fundación Vicente Ferrer, pero el trabajo que Vicente y Anna
empezaron allí desde cero ha tenido muchísimo que ver. Hasta el punto que hoy
en día más de tres millones de personas
se benefician de todos los proyectos que la Fundación lleva a cabo, la
mayoría de ellos dálits (de las casta más baja). No es de extrañar entonces que
los locales recuerden a Vicente como “el Dios que se podía tocar”.
Hace exactamente
7 años me encontraba allí mismo, en la Fundación Vicente Ferrer en Anantapur,
trabajando de maestra de castellano. Y hace exactamente también 7 años conocí a
Jordi. Fue una época muy feliz de mi vida, tuve experiencias increíbles y
conocí a gente muy especial. Por esas y por otras razones, volver a visitar el
proyecto al cabo de 7 años me producía una mezcla extraña de sensaciones.
Primero, mi
papel en el Campus, por el cual te acabas moviendo cómo si fuera tu casa cuando
trabajas allí, cambiaba completamente. De voluntaria a visitante y, una vez
más, embajadora de Worldcoo para visitar los dos proyectos que ayudaron a financiar;
el Hospital de Pediatría y la construcción de uno de los embalses. Volver a ver
ciertos espacios, como mi antigua habitación o la cocina en la cual entrábamos
sin tener que pedir permiso, pero ahora con ciertas restricciones (muy obvias),
se hacía raro.
Segundo, el reencuentro con toda la gente con la
que trabajé, traductores y antiguos alumnos con la mayoría de los cuales no
había tenido contacto en estos últimos años. Por una parte tenía muchísimas
ganas de verles pero por otra pensaba que quizás ellos/as ya no me recordarían.
Al fin y al cabo, por allí acaba pasando mucha gente al cabo del año. Pero por
si acaso llevaba fotos de mi antigua visita, ¡para refrescar la memoria!
Y por último,
tendría la oportunidad de volver a visitar
a Indra, mi ahijado, y a toda su familia. La primera vez que le vi era
pequeño y estaba muy nervioso. ¡Ahora ya tenía 14 años y la que estaba nerviosa
era yo!
Así pues, con
todas esas emociones y pensamientos en la mochila, la mañana del 13 de marzo
entrábamos una vez más en el Campus, un mundo a parte de Anantapur e incluso de
la India. Sabía que era demasiado temprano para que los traductores estuvieran
en las oficinas pero por si acaso no podía evitar mirar por todas partes por si
encontraba a algún conocido. Nos llevaron a nuestra habitación y nos fuimos a
desayunar; teníamos más de una hora antes de que las primeras visitas a los
proyectos empezaran.
En la Cantina y
en los alrededores empecé a ver los primeros cambios; terrazas más grandes,
wifi en todo el recinto y se estaban construyendo varias habitaciones más, allí
cerca. Obviamente, ¡todo estaba creciendo mucho! Fue allí, cerca del comedor,
donde tuve mi primer reencuentro; vi
a uno de mis antiguos alumnos fuera, Sudhakar, y salí a saludarlo. Cuando me
giré, todo el resto de alumnos estaba en fila, esperando un gran grupo de visitantes
para acompañarles a ver a sus ahijados/as. Me alegré muchísimo y vi que ellos y
ellas también se alegraban. Unos exclamaron ¡Joana!
entre sorpresa y emoción. ¡Así que se acordaban de mí! Nunca olvidaremos tu cara, me dijeron. Y eso me emocionó muchísimo…
Tenían que irse a trabajar y a nosotros nos esperaban para hacer nuestras
primeras visitas, pero ya habría tiempo de hablar más.
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Una de las pocas fotos que me pude hacer con un antiguo alumno, Sudhakar. |
En el punto de reunión de los visitantes
vimos que había otra gente que también había llegado hacía poco. En seguida se
creó un ambiente muy bueno entre nosotros y las conversaciones y las bromas
surgieron rápidamente. Además casi cada día llegaba alguien nuevo que se
acababa incorporando al grupo y eso hizo la estancia de 4 días todavía mucho
mejor.
El primer día
nos llevaron a visitar el Hospital General y el de Pediatría, la tumba de
Vicente y el orfanato para niñas con VIH. Todo ello se encuentra en
Bathalapalli, a unos 25 km de Anantapur.
Al aparcar cerca
del hospital empezamos a ver todo el
tránsito de gente entrando, saliendo, esperando… Y es que según nos contaron,
éste se ha convertido en un centro de
referencia en el estado por la calidad de sus servicios.
Es la joya de la corona de la Fundación. Un total de 80 médicos y voluntarios
atienden unas 1900 consultas al día. Antes los servicios eran totalmente
gratuitos, ahora cada familia paga según lo que se puede permitir y, para eso,
tienen las cartillas de colores. Los niños/as apadrinados tienen un color de
cartilla especial y reciben atención totalmente gratuita, al igual que las
personas que no se la pueden permitir. Después hay otros colores según los
ingresos de cada uno/a.
El hospital
cuenta con dos salas de urgencias, una ambulancia, diez camas para cuidados
intensivos, laboratorios con la maquinaria más avanzada, un banco de sangre
reconocido por el gobierno, 350 camas para postoperatorios, una sección de
ginecología óptica, forma a sus propias enfermeras, recibe médicos de España
que desean realizar allí sus prácticas, están construyendo 10 quirófanos nuevos…
Y además tienen la zona de Pediatría,
con capacidad de hasta 80 niños y la UCI neonatal. Conocimos a uno de los
voluntarios y nos explicó que había llegado al hospital con muchos prejuicios
del tipo de lugar donde trabajaría, pero que estaba rodeado de las mismas
máquinas que en su lugar de trabajo en España.
La tumba de Vicente y el orfanato también
fueron sitios muy impactantes. En el primero, puedes ver la devoción con que la
gente todavía recuerda a Vicente. Su tumba es un lugar sencillo, como él, pero
siempre está lleno de flores y nunca le falta una vela encendida. Se encuentra
precisamente en Bathalapalli porque es el corazón de todo, donde siempre hay
gente arriba y abajo, donde a él le gustaba estar. Y en el orfanato entiendes
porque valió la pena tanto trabajo y esfuerzo; una sonrisa de una de esas
chicas, la mayoría huérfanas o semihuérfanas, es suficiente para mover
montañas.
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Tumba de Vicente |
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Visita al orfanato de chicas |
También
visitamos la escuela y el instituto de niños y niñas sordos, el taller de
manualidades (que después se venden en España o en la tienda del Campus) para
las mujeres con discapacidades físicas y/o psíquicas, las escuelas de refuerzo,
el proyecto de biogás para que las familias creen gas a través de los
excrementos de vaca, las placas solares que ayudan a los agricultores a sacar
agua de los pozos, el proyecto De Mujer a Mujer mediante el cual las mujeres en
peligro de exclusión toman las riendas de sus vidas, la escuela- internado para
los 54 niños y niñas con parálisis cerebral, uno de los 3000 embalses que han
construido para recoger el agua de la lluvia y así fomentar la agricultura de
los alrededores…
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Recibimiento en una visita |
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Proyecto "Mujer mujer" en el que se dan microcréditos a grupos organizados de mujeres. Además de los beneficios, la mujeres ganan en confianza y poder en los pueblos. |
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Visita a un pueblo beneficiado por la Fundación. |
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Sala de informática de la escuela de sordos, ¡un lujo! |
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Mujer mostrando como los microcréditos les han ayudado a sacar adelante a toda la familia. |
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Visita a un centro de refuerzo escolar |
¡En cada visita
son tantas las cifras que recibes que al final es casi imposible digerir el
alcance de todo lo que están haciendo!
Lo que vimos en
estos y otros proyectos es que el objetivo principal de Vicente y Anna siempre
fue el de empoderar a la clase más baja,
a los que siempre fueron menospreciados e incluso matados por su enfermedad o
condición, que representaba una vergüenza para la familia. Dàlits, gente sorda,
muda, con síndrome de Down, enfermos/as de Sida o con problemas de movilidad
por culpa de la poleo. Todos han entendido que son iguales a los demás y ahora
las familias incluso se sienten orgullosas de sus logros.
Cuando volvimos
de las visitas pudimos hablar un día con Anna
Ferrer y otro con Moncho, su hijo.
Anna es una persona tranquila que transmite mucha paz. Ella nos explicó la
fuerza que tenía Vicente y lo fácil que parecía todo a su lado. Con Moncho,
aparte de explicarnos muchísimos datos interesantes sobre los proyectos o sobre
su vida como niño indio blanco, también nos hizo recordar que Vicente fue muy
grande, pero que también tenía a alguien igual de grande a su lado, a Anna.
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Reunión con Ana, inspiradora y emotiva |
Cuando estas
allí y puedes hablar con la gente, ver lo que hacen y respirar el ambiente es
casi imposible no querer ayudar. Así que
Jordi, después de vivir todas estas
experiencias se decidió y también
apadrinó a una niña, Megane, de 6
años. Es del mismo poblado que Indra, así que les pudimos visitar a los
dos antes de irnos.
Compramos ropa
para cada miembro de la familia y algún juguete para los pequeños y nos pusimos
rumbo al pueblo de Indra y Megane.
Yo estaba súper emocionada por volverle a ver. Cuando llegamos, justo en la
carretera ya impacientes, nos esperaban Indra y su hermano pequeño que, al
vernos, nos saludaron tímidamente y se fueron a avisar al resto ¡Ya están aquí!
Nos recibieron
con unas pulseras y el punto rojo en la frente. Indra había crecido mucho, pero
seguía siendo un niño más bien pequeño. Esta vez pero, no tenía miedo, había
algo de familiar en la situación y él lo sabía. Fue muy emocionante entrar en
su casa y ver que tenían enmarcadas todas las fotos que les había enviado de
nuestra visita anterior, tuve que contener
las lágrimas. Gracias a la traductora hablamos de cómo les iba en la
escuela a Indra y a sus hermanos, a la familia, qué querían ser de mayores… Y
acabamos jugando a cricket con la pala que le habíamos comprado.
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Familia de Indra |
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Jugando a cricket |
De repente,
Indra nos cogió de la mano y nos llevó calle arriba. Nos acompañaban todos a
visitar a sus vecinos, la ahijada de Jordi y su familia. Megane resultó ser una niña preciosa que nos esperaba fuera de su
casa con su mejor vestido y flores en el pelo. Al igual que Indra la primera
vez hacía 7 años, la situación la superó y no sabía que hacer ni que decir. Sus
padres nos explicaron que el día antes había estado practicando una canción que
nos quería cantar, pero en el momento le resultó imposible abrir la boca. Incluso
así fue un momento precioso; le dijimos a Megane que ya nos cantaría la canción
la próxima vez e Indra quiso saber cuando sería eso, cuando volveríamos. Cuando me llegues hasta aquí, le dije
señalando mis hombros. Y él se rió. No podía haber mejor manera para acabar
nuestros días en la Fundación.
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Visita a Megane |
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¡Toda la familia! |
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El padre de Megane mostrando a Jordi como le ha ayudado la Fundación |
A mis alumnos
los fui viendo entre visita y visita, cuando llegábamos a las oficinas. Pero
normalmente, cuando nosotros volvíamos era su horario de descanso o ya habían
terminado de trabajar. Lo que me sabe más mal es que nuestro último día no
pudimos despedirnos ni hacernos una foto todos juntos porque llegamos tarde de
nuestra última visita. Pero bueno, si leéis esto ¡nos vemos a la próxima!
Una de las cosas
que sorprende más de la Fundación es lo bien pensado y encajado que está todo.
Como es de suponer, eso es fruto de pensar y trabajar muchísimo y siempre con
la máxima honradez. Uno de los proyectos que muestran eso, además de las ganas
continuas de mejora es el proyecto “India for India”, mediante el cual
se reparten unas huchas muy coloridas entre la gente y comercios de Anantapur y
cada uno va poniendo las monedas que les sobran. En abril, por el cumpleaños de
Vicente, todos rompen sus huchas y llevan el dinero a la Fundación. ¡¡El año
pasado recaudaron 600.000 euros!! Y
lo mejor es que se trata de gente del pueblo que sabe que está haciendo algo
para su gente, para su futuro y también pueden decidir en que proyecto invertir
el dinero.
La última vez
que estuvimos allí nos fuimos sin terminar de creer como dos personas que
vinieron solas, sin grandes recursos ni grandes conocimientos técnicos sobre
cooperación internacional pudieron montar lo que la Fundación Vicente Ferrer
era en su momento.
Hoy en día,
después de nuestra segunda visita, seguimos sin poder digerir como no solamente
siguen funcionando y gestionando los mismos proyectos sino que han aumentado el
número de pueblos a los que llegan, el número de escuelas, de personas, etc. Vicente
dijo; “Mi trabajo consiste en conseguir
sueños imposibles” y es justamente esta la sensación que uno se lleva de la
Fundación, presenciar un milagro.
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Visita a un pueblo beneficiado por la Fundación ¡Con nuestro súper grupo de visitantes! |
Pero no me podéis hacer llorar de emoción a las 9 de la mañana...
ResponEliminaHace 7 años estuve con vosotros viendo por la primera vez los proyectos de la asociación, hoy leyendo este relato me han venido a la cabeza todos los recuerdos y me he sentido como si hubiera vuelto con vosotros allí. Así como la gente de Anantapur agradece Vincente Ferrer por haberle en cierta manera salvado la vida, de mi parte nunca agradeceré bastante la Asociación por haberme dado la posibilidad de cruzarme en mi vida con una persona tan maravillosa como tu Joana...Te quiero un montón!!!
¡Tampoco vale que tu me hagas llorar a las 7 de la tarde tontorrón! No solamente conocí en Anantapur a alguien tan alegre, activo, cariñoso y dulce como tú sino que tengo la gran suerte de que años después sigues a mi lado y puedo disfrutarte cada día. Y esa es mi gran suerte. Yo también te quiero. Muaks!!!!!
EliminaLeer tu blog me ha hecho revivir mis mejores días en mi viaje por India. Después de 15 años conseguí cumplir mi sueño y llegar a ese milagro llamado Anantapur y la Fundación . Mis primeras ahijadas ya están casadas e incluso con niños , pero he conocido a lalhita y sasikala y ya me han llegado los apadrinamientos de triveni y tarun, hermanitos de lalhita. Lo más maravilloso es saber que no solo ellos se van a beneficiar sino que toda su comunidad prospera con su apadrinamiento.Iba con algo de inseguridad ya que iba sola a ese viaje pero ha resultado una experiencia increíble y además la suerte de conocer a Joana, Jordi, Samira,Laura,Ani,Gustavo ,Andrea.. Que siendo tan jóvenes me han enseñado muchas cosas , me encantaba escucharos cada rato que nos reuníamos ha sido un placer compartir esos días con todos vosotros. Gracias Joana por llevarme hasta allí una vez más.
ResponEliminaAdela! Muchas gracias a ti. Tu también nos enseñaste cosas; a perseguir sueños y no rendirte. Me encanta que fueras tan valiente y emprendieras por fin tu viaje a la India sola. Eres un ejemplo y tu gran decisión nos permitió conocerte, ¡una gran persona! Besazos
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